Podríamos afirmar que el primer astrónomo fue el primer ser humano anónimo que alzó su visto hacia el cielo y se preguntó qué eran aquellos puntos que brillaban en lo alto. Seguramente le parecían lejanos, pero no era capaz de hacer una estimación.

Otras personas, más adelante, empezaron a observar ciertas regularidades en el movimiento de los astros: todos ellos parecían salir y ocultarse de un modo similar; algunas estrellas estaban presentes en los cielos en las épocas más frías; otras, por el contrario, brillaban en las estaciones más cálidas. Y esto volvía a repetirse exactamente del mismo modo al cabo de un cierto tiempo. Surge así la idea de utilizar estas regularidades para medir el tiempo a través de los calendarios, o para saber cuál era el momento de la siembra, la labranza o la recolecta. Y, por supuesto, aparecieron los primeros pensadores que trataron de dar una explicación física de todos estos hechos: los verdaderos astrónomos.

Autores: Jorge Barrio, Mario Ballestero, Agustín Laviña y Mario Jadraque